19 de marzo de 2025

Cuando el estrés se convierte en maestro: aprendiendo a escuchar cuerpo y mente

Cuando el estrés se convierte en maestro

Vivi­mos en una sociedad donde el estrés se ha nor­mal­iza­do. Fras­es como «es parte de la vida» o «todos esta­mos ocu­pa­dos» resue­nan en con­ver­sa­ciones cotid­i­anas. Sin embar­go, ¿cuán­do fue la últi­ma vez que escuchaste lo que tu cuer­po y mente intenta­ban decirte a través de ese estrés?

El estrés, aunque muchas veces lo percibi­mos como un ene­mi­go, tiene un propósi­to fun­da­men­tal. Es una respues­ta nat­ur­al del cuer­po que nos aler­ta frente a situa­ciones desafi­antes. Sin embar­go, cuan­do esta se pro­lon­ga, comien­za a ser una car­ga que afec­ta nues­tra salud, nues­tras rela­ciones y nue­stro bien­es­tar emo­cional. Pero ¿qué pasaría si en lugar de igno­rar­lo o com­bat­ir­lo, decidiéramos escuchar­lo?

El lengua­je del cuer­po: ¿qué nos dice el estrés?

El cuer­po humano es una red com­ple­ja de señales y respues­tas. Cuan­do sen­ti­mos ten­sión en el cuel­lo, dolores de cabeza con­stantes o insom­nio, nue­stro cuer­po nos está envian­do men­sajes. Tal vez hemos igno­ra­do esos pequeños recorda­to­rios de que algo no está fun­cio­nan­do como debería. Pero, como bien señalan exper­tos en psi­cología, «el cuer­po siem­pre habla, inclu­so cuan­do no quer­e­mos escuchar».

Apren­der a iden­ti­ficar estas señales es el primer paso. Podrías pre­gun­tarte: ¿por qué sien­to esta ten­sión? ¿Qué situa­ciones me provo­can ansiedad? Porque muchas veces el estrés no es más que la alar­ma de un dese­qui­lib­rio entre lo que hace­mos y lo que real­mente nece­si­ta­mos.

La mente tam­bién pide ayu­da

Al igual que el cuer­po, nues­tra mente tam­bién se expre­sa. Pen­samien­tos acel­er­a­dos, difi­cul­tad para con­cen­trarnos o una sen­sación con­stante de ago­b­io son algunos de los sig­nos más comunes. Pero en lugar de tapar­los con «pro­duc­tivi­dad» o dis­trac­ciones, ¿podemos enfrentar­los?

Vic­tor Fran­kl, recono­ci­do psicól­o­go, decía que «cuan­do no somos capaces de cam­biar una situación, nos enfrenta­mos al desafío de cam­biarnos a nosotros mis­mos». En este sen­ti­do, el estrés puede con­ver­tirse en una her­ramien­ta de auto­conocimien­to si nos per­miti­mos obser­var qué pen­samien­tos lo des­en­ca­de­nan y cómo podemos mane­jar­los de man­era más salud­able.

Estrés como mae­stro: cómo escuchar­lo y trans­for­mar­lo

Trans­for­mar el estrés en un mae­stro requiere inten­ción y prác­ti­ca. Aquí te dejo algu­nas estrate­gias que pueden ayu­darte:

  1. Conex­ión con la res­piración: La res­piración es una de las her­ramien­tas más poderosas para cal­mar el sis­tema nervioso. Ded­i­ca unos min­u­tos al día para res­pi­rar pro­fun­da­mente, enfocán­dote en el aire que entra y sale. Este sim­ple acto puede ayu­darte a reducir la sen­sación de alar­ma.
  2. Escucha acti­va del cuer­po: Prac­ti­ca la «explo­ración cor­po­ral». Cier­ra los ojos y recorre men­tal­mente cada parte de tu cuer­po, iden­ti­f­i­can­do ten­siones o inco­mo­di­dades. Pregún­tate qué podrías cam­biar en tu ruti­na para lib­er­ar esa car­ga.
  3. Cues­tiona tus pen­samien­tos: Muchas veces, el estrés es cau­sa­do por pen­samien­tos cat­a­stró­fi­cos o exi­gen­cias irreales. Cues­tiona esas ideas: ¿Es esto real­mente tan grave como parece? ¿Qué podría hac­er difer­ente?
  4. Encuen­tra tu rit­mo: No todos vivi­mos al mis­mo com­pás. Iden­ti­fi­ca qué activi­dades te nutren y ded­i­ca tiem­po a ellas. Quizás sea cam­i­nar, leer, bailar o sim­ple­mente estar en silen­cio. Dale pri­or­i­dad a lo que te hace bien.
  5. Habla sobre lo que sientes: Com­par­tir tus pre­ocu­pa­ciones con alguien de con­fi­an­za puede ayu­darte a lib­er­ar ten­siones y, además, obten­er una per­spec­ti­va difer­ente.

De la lucha al apren­diza­je

Dejar de luchar con­tra el estrés y comen­zar a escuchar­lo es un acto de valen­tía. Nos invi­ta a pausar, reflex­ionar y, en muchos casos, redefinir nues­tras pri­or­i­dades. Tal vez ese proyec­to que tan­to te ago­b­ia no es tan urgente, o quizá nece­si­tas replantearte cómo dis­tribuyes tu tiem­po.

Recor­da, el estrés no es el ene­mi­go. Es un mae­stro que, si le prestas aten­ción, puede ayu­darte a reconec­tar con vos misma/o y encon­trar un camino más pleno y equi­li­bra­do.

¿Estás lis­to para escuchar­lo?

Si crees que por el momen­to, pre­cisás un acom­pañamien­to, pedí posi­bil­i­dad, pedí coach­ing!

Ester Inglese

3751 660207 /ester.inglese

Related Post