16 de octubre de 2025

El Vaticano instaló la chimenea en la Capilla Sixtina y pone en marcha el operativo para elegir al nuevo Papa

Con la insta­lación de la tradi­cional chime­nea en el techo de la Capil­la Six­ti­na, el Vat­i­cano dio este viernes una señal inequívo­ca del ini­cio de la fase final del pro­ce­so para la elec­ción del nue­vo papa. El con­duc­to metáli­co será, como mar­ca la tradi­ción, el canal vis­i­ble que comu­ni­cará al mun­do si los car­de­nales elec­tores lograron o no con­sen­suar a un nue­vo pon­tí­fice, a través del humo blan­co o negro que sal­drá tras cada jor­na­da de votación.

El cón­clave, que se ini­cia­rá el próx­i­mo 7 de mayo, se cel­e­brará luego del fal­l­ec­imien­to del papa Fran­cis­co y reunirá a los car­de­nales con dere­cho a voto, es decir, aque­l­los que tienen menos de 80 años. Como ha ocur­ri­do históri­ca­mente, las vota­ciones se realizarán bajo estric­to secre­to en el inte­ri­or de la Capil­la Six­ti­na, donde todo ha sido prepara­do no solo para preser­var la litur­gia del pro­ce­so, sino tam­bién para garan­ti­zar un ais­lamien­to abso­lu­to del mun­do exte­ri­or.

El mecan­is­mo de comu­ni­cación de los resul­ta­dos per­manece inal­ter­ado des­de hace sig­los. Después de cada dos ron­das de votación, las papele­tas son incin­er­adas en un horno espe­cial. Si no hay acuer­do sobre un nue­vo papa, se añade a la que­ma una mez­cla de com­puestos como per­clorato de pota­sio, antra­ceno y azufre, lo que gen­era una den­sa humare­da negra. En cam­bio, cuan­do se alcan­za la may­oría requeri­da de dos ter­cios para con­sagrar a un nue­vo pon­tí­fice, se emplea otra com­bi­nación que pro­duce el esper­a­do humo blan­co. Esa fue la señal que, el 13 de mar­zo de 2013, anun­ció al mun­do la elec­ción del car­de­nal argenti­no Jorge Mario Bergoglio como el papa Fran­cis­co.

Jun­to con la insta­lación de la chime­nea, el Vat­i­cano puso en mar­cha una batería inédi­ta de medi­das de seguri­dad tec­nológ­i­ca para blindar la Capil­la Six­ti­na y preser­var la con­fi­den­cial­i­dad de las delib­era­ciones. Según reportó el diario ital­iano Cor­riere Del­la Sera, el recin­to fue trans­for­ma­do en una «zona estanca» des­de el pun­to de vista infor­máti­co, donde todo inten­to de comu­ni­cación dig­i­tal ha sido delib­er­ada­mente neu­tral­iza­do.

Entre las medi­das adop­tadas, desta­ca la colo­cación de blo­queadores de señal (Jam­mer) en pun­tos estratégi­cos, lo que imposi­bili­ta cualquier conex­ión vía Blue­tooth, WiFi, redes móviles o GPS den­tro del espa­cio. Asimis­mo, los ven­tanales de la Capil­la fueron recu­bier­tos con pelícu­las espe­ciales anti-drone y anti-lás­er espía, que impi­den tan­to la obser­vación visu­al como la captación de audio des­de el exte­ri­or.

Los car­de­nales elec­tores, por su parte, deberán entre­gar sus dis­pos­i­tivos elec­tróni­cos antes de ingre­sar y per­manecer inco­mu­ni­ca­dos durante todo el pro­ce­so. Que­da expre­sa­mente pro­hibido el uso de celu­lares, com­puta­do­ras, relo­jes inteligentes y cualquier otro apara­to con capaci­dad de alma­ce­namien­to o trans­misión. Toda inter­ac­ción será estric­ta­mente pres­en­cial, con­forme lo establece la nor­ma­ti­va del cón­clave.

Los sis­temas inter­nos de soporte, como los servi­dores de comu­ni­cación y bases de datos, tam­bién fueron desconec­ta­dos de cualquier red. Las unidades han sido reubi­cadas en espa­cios seguros, como la Bib­liote­ca Apos­tóli­ca Vat­i­cana, y per­manecerán en total ais­lamien­to has­ta la final­ización del pro­ce­so.

Además, la Gen­darmería Vat­i­cana activó una red de radio inter­na encrip­ta­da, dota­da con tec­nología de uso mil­i­tar, para situa­ciones de emer­gen­cia. Esta vía de comu­ni­cación solo podrá ser uti­liza­da por per­son­al autor­iza­do y fue dis­eña­da para garan­ti­zar trans­mi­siones seguras sin pon­er en ries­go el secre­to del cón­clave.

Mien­tras tan­to, los car­de­nales con­tinúan con las denom­i­nadas con­gre­ga­ciones gen­erales, encuen­tros pre­vios que sir­ven para com­par­tir diag­nós­ti­cos sobre el esta­do de la Igle­sia y debatir el per­fil que debería ten­er el futuro papa. En estas reuniones, que tam­bién incluyen a los car­de­nales may­ores de 80 años —aunque sin dere­cho a voto—, se abor­daron temas como la críti­ca situación financiera del Vat­i­cano, la caí­da de voca­ciones, los casos de abu­sos den­tro del clero y la necesi­dad de conec­tar con nuevas gen­era­ciones frente al avance de la sec­u­lar­ización.

Tam­bién se dis­cu­tió el lega­do del pon­tif­i­ca­do de Fran­cis­co, que deja una impronta mar­ca­da por refor­mas inter­nas, may­or aper­tu­ra hacia otras reli­giones y una fuerte ori­entación pas­toral.

A medi­da que se acer­ca la fecha del cón­clave, cre­cen las expec­ta­ti­vas den­tro y fuera de la San­ta Sede. El mun­do católi­co se prepara para un momen­to trascen­den­tal: la des­i­gnación del próx­i­mo líder espir­i­tu­al de más de 1.300 mil­lones de fieles. Solo una señal mar­cará el momen­to históri­co: el humo blan­co que sur­ja del techo de la Capil­la Six­ti­na anun­cia­rá que el nue­vo papa ha sido elegi­do.

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